
Nuestra Ideología

Definiciones ideológicas fundamentales
Al fundarse, la Izquierda Cristiana se asignó una tarea primordial: contribuir a la sustitución de la sociedad capitalista por una sociedad socialista, comunitaria y plenamente democrática. Según sus fundamentos ideológicos, el tránsito de esta sociedad a una nueva se realiza mediante un proceso revolucionario que consiste, esencialmente, en un desplazamiento del poder y de los bienes sociales de producción de manos de los actuales sectores dominantes a manos de los trabajadores y el Estado popular. La revolución supone un cambio profundo de los valores culturales, las conductas y los hábitos sociales, superando el individualismo y las diferentes formas de dominación.
Ese proceso es el producto de la lucha ininterrumpida de los trabajadores, que establecen su autogobierno en todos los niveles. La dirección de la economía por los trabajadores se logra a través del Estado popular, la planificación, la empresa socializada y la participación de los productores, en tres áreas económicas: social, mixta y privada.
La propiedad social de los medios de producción permite la satisfacción de las necesidades básicas reales de toda la población y no la búsqueda de ganancias para individuos y grupos privilegiados en el principio ordenador del comportamiento global de toda la sociedad. La cultura surge de la práctica social y su contenido se expresa a través de la igualdad y la solidaridad. Se alteran profundamente las pautas de producción y consumo, desplazando las prácticas propias de una sociedad opulenta y organizando el bienestar colectivo en función de un mínimo creciente común para todas las personas.
El objetivo de la Izquierda Cristiana es, pues, construir una sociedad basada en el buen vivir y solidaria con las generaciones futuras, lo que puede ser desarrollado cabalmente dentro de un socialismo comunitario, con el aporte de las variadas fuerzas sociales a las cuales confluyan diversas sensibilidades, corrientes de pensamientos, orientaciones filosóficas y espirituales, que actúen desde convicciones éticas, sostenidas y afianzadas por su carácter democrático, pluralista e incluyente.
Sostiene la Izquierda Cristiana que a una República de Trabajadores le corresponde organizar institucionalmente el socialismo, comprendiendo un Estado cuyo carácter democrático reside en su capacidad para resguardar los derechos humanos y expresar el predominio político de la mayoría de los ciudadanos, estableciendo el sufragio universal para la renovación periódica de las autoridades y las decisiones en los asuntos principales del proceso de construcción social.
Para la IC, la base política fundamental de la construcción socialista es la unidad del pueblo. Su obtención constituye, por lo tanto, su estrategia permanente; la pluralidad sirve a la convergencia; el monolitismo la impide.


Así, el socialismo, entendido como una sociedad del buen vivir, permitirá convivir en un planeta libre de las contradicciones que le causan grave daño, y así también el pueblo podrá superar el individualismo disociador y enajenante. Para lograr este objetivo, es necesario desarrollar una economía socialista, solidaria y comunitaria, cuyo pilar fundamental sea el bienestar colectivo del pueblo. Por otro lado, el ejercicio de la democracia está directamente relacionado con la toma de decisiones en el planeamiento y puesta en práctica de una sociedad del buen vivir y no se limita a los simples actos eleccionarios. Todo ello en un contexto de solidaridad y participación, reafirmando los valores y la expresión de las diversidades culturales.
La IC sostiene que tareas de tanta envergadura requieren la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, ya que la experiencia histórica ha enseñado que la sustitución del sistema capitalista enfrenta resistencias poderosas, que se ramifican y evolucionan dentro y fuera del país.
Según la IC el poder globalizante del capitalismo deja como única opción emprender una lucha global unitaria de toda la humanidad, construida en el respeto de las realidades locales. El compromiso que esto supone es resultado tanto de la experiencia de luchas pasadas y de los principios ligados a ella, como también de los esfuerzos por la liberación humana realizados en nuestros días por todos los rebeldes del mundo contra toda forma de dominación, opresión, miseria e injusticia.
En el ámbito internacional, desde su fundación el partido ha declarado adherir a los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, así como buscar la paz y la solidaridad entre los pueblos.
Esta concepción de la IC implica el desarrollo de una ética basada en el comportamiento solidario y comunitario, que genere las condiciones para que hombres y mujeres sean tratados como personas y no objetos de explotación, permitiendo el ejercicio de sus libertades esenciales y su participación como actores políticos en las decisiones, en la gestión y en el uso sustentable de los recursos naturales.